Mientras
escribo este poema
un zancudo se
posa en la pantalla de la computadora
al que
acaricio y dejo sólo con tres patas
las otras
tres se desprenden de su cuerpo
y caen al
vacío
estrellándose
terriblemente contra el teclado.
Lo curioso:
que no
esperara a que culmine el poema.
Aunque el
haberlo hecho
le restaría
el protagonismo.
El ser
zancudo no lo hace más idiota
que él que
escribe poemas de zancudos.
(2003, 2004, por ahí...)
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