Irremediablemente era tu cartel.
De eso
nadie duda, ni un niño
que por más
inocencia más se sabe de estas cosas
han dicho
los lustrabotas que te miraban
más de la
cuenta,
más incluso
que la sumatoria de todas mis miradas hacia ti,
mi húmeda
cuneta favorita y desgastada por el peso de estos juegos,
y que te
llame “cuneta” no es relevante,
se
entiende, por lo demás,
de qué
hemos hablado tantas las últimas veces:
de lo
curioso de estos recuerdos que remuerden,
que reviven
y reaparecen ocultos, tras las cortinas,
porque este
barrio está lleno de espías.
(2001)
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